Mi familia y yo vivimos en una granja alejada del pueblo, a la que sólo se puede llegar por un carril con bastantes baches y que en invierno es muy difícil atravesar, sobre todo cuando nieva. Allí mi padre cría muchos animales: ovejas, cabras, cerdos, caballos, conejos, gallinas, etc., que luego vende en el mercado.
Desde que me acuerdo, “Tiburón” vive con nosotros, es un collie, con el pelo marrón y blanco, muy largo y brillante y unas largas patas, que siempre está dando vueltas por la granja, entrando y saliendo de la casa; aunque lo que más le gusta es ir pegado a mi padre cuando está trabajando.
Pero el invierno pasado ocurrió algo.
Nevaba mucho y era de noche. Entonces, mi padre decidió salir a dar una vuelta a los animales y de camino traer leña para la chimenea. Mientras, mi madre preparaba la cena y mi hermano y yo jugábamos al ajedrez.
Pasó un buen rato y mi padre no volvía, por lo que mi madre, nerviosa, decidió salir a buscarle. Al momento empezó a gritar llamándonos. Mi padre había resbalado y se había golpeado la cabeza, tenía sangre y estaba inconsciente. Lo llevamos a casa, le quitamos la ropa mojada y lo metimos en la cama. Mi madre lloraba, porque no sabía qué hacer, el teléfono no funcionaba y mi padre era el único que sabía conducir.
Todos estábamos tan preocupados que no nos dimos cuenta de que “Tiburón” también había desaparecido.
Había pasado casi una hora cuando tocaron a la puerta. Era el médico que venía con una ambulancia y con Tiburón. Nos contó que Tiburón llegó a su casa nervioso, casi sin aliento, y no dejaba de ladrar y tirarle del pantalón, así que se imaginó que algo grave pasaba en la granja.
Se llevaron a mi padre al hospital y mientras mi madre estaba con él, mi hermano y yo nos quedamos con la familia del médico.
No sabemos cómo Tiburón supo donde tenía que ir y cómo pudo llegar, pero lo cierto es que salvó la vida de mi padre.
Desde que me acuerdo, “Tiburón” vive con nosotros, es un collie, con el pelo marrón y blanco, muy largo y brillante y unas largas patas, que siempre está dando vueltas por la granja, entrando y saliendo de la casa; aunque lo que más le gusta es ir pegado a mi padre cuando está trabajando.
Pero el invierno pasado ocurrió algo.
Nevaba mucho y era de noche. Entonces, mi padre decidió salir a dar una vuelta a los animales y de camino traer leña para la chimenea. Mientras, mi madre preparaba la cena y mi hermano y yo jugábamos al ajedrez.
Pasó un buen rato y mi padre no volvía, por lo que mi madre, nerviosa, decidió salir a buscarle. Al momento empezó a gritar llamándonos. Mi padre había resbalado y se había golpeado la cabeza, tenía sangre y estaba inconsciente. Lo llevamos a casa, le quitamos la ropa mojada y lo metimos en la cama. Mi madre lloraba, porque no sabía qué hacer, el teléfono no funcionaba y mi padre era el único que sabía conducir.
Todos estábamos tan preocupados que no nos dimos cuenta de que “Tiburón” también había desaparecido.
Había pasado casi una hora cuando tocaron a la puerta. Era el médico que venía con una ambulancia y con Tiburón. Nos contó que Tiburón llegó a su casa nervioso, casi sin aliento, y no dejaba de ladrar y tirarle del pantalón, así que se imaginó que algo grave pasaba en la granja.
Se llevaron a mi padre al hospital y mientras mi madre estaba con él, mi hermano y yo nos quedamos con la familia del médico.
No sabemos cómo Tiburón supo donde tenía que ir y cómo pudo llegar, pero lo cierto es que salvó la vida de mi padre.
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